En una ciudad de luces y brillos, una gabardina sin mangas, de festivos sigilos. Roja y blanca, con bordados de alegría, cada invierno aparecía, dando cálida energía. Quien la encontraba y decidía usarla, nunca más sentiría frío, no importara la charla. El viento y la nieve no le podían tocar, pues la magia de la prenda los lograba alejar. A cada paso, el calor seguía, envolviendo al portador en pura armonía. Y así, en cada Navidad, la gabardina volvía, protegiendo del invierno, con una mágica compañía. Al terminar la temporada, en un susurro partía, esperando el próximo año, para repetir su alegría. Una leyenda que enseñaba, con gracia y verdad, que el espíritu navideño trae calor y bondad.
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